viernes, 19 de septiembre de 2014

El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford

La importancia de una leyenda

El ferrocarril trae a la ciudad a un hombre importante, un pez gordo de Washington, un senador. Ha venido con su mujer al funeral de un hombre anónimo y solitario, un hombre que durante sus últimos años "nunca llevaba ya su pistola", un hombre pobre, enterrado en una caja de madera barata sin sus botas, ni sus espuelas. ¿Quién ha muerto?, pregunta el periodista que espera en la estación alguna noticia digna de ser publicada. Casi nadie en el pueblo sabe a quién van a enterrar hoy. ¿Por qué viene un senador al entierro de un donnadie?, se preguntan los periodistas. La historia de estos dos hombres, es la historia del hombre que mató a Liberty Valance, pero no sólo, también es la historia del fin de una época, de la transición de las caravanas al ferrocarril (cuántos grandes westerns ha dado al cine la llegada del ferrocarril), de la construcción de un estado, de las bases de la democracia y de la libertad de prensa, de la llegada de la ley al salvaje oeste... Y es una historia de amor, y de honor. Todo eso abarca, en poco más de dos horas, El hombre que mató a Liberty Valance, para el que esto escribe, la obra cumbre de John Ford y, por tanto, una de las mejores películas jamás rodadas. Es, además, su última gran obra maestra. Después dirigió cuatro películas más, además de un fragmento de La conquista del Oeste. Entre ellas, las muy notables La taberna del irlandés o El gran combate, pero, en mi opinión, no volvió a alcanzar ese nivel. Supone, por tanto, una especie de legado final del que para muchos es el mejor director de la historia del cine. Como dijo Orson Welles cuando le preguntaron por quién era el mejor director de cine del mundo, "Hay tres, John Ford, John Ford y John Ford"