La importancia de una leyenda
El ferrocarril trae a la ciudad a un hombre importante, un pez
gordo de Washington, un senador. Ha venido con su mujer al funeral de
un hombre anónimo y solitario, un hombre que durante sus últimos
años "nunca llevaba ya su pistola", un hombre pobre,
enterrado en una caja de madera barata sin sus botas, ni sus
espuelas. ¿Quién ha muerto?, pregunta el periodista que espera en
la estación alguna noticia digna de ser publicada. Casi nadie en el
pueblo sabe a quién van a enterrar hoy. ¿Por qué viene un senador
al entierro de un donnadie?, se preguntan los periodistas. La
historia de estos dos hombres, es la historia del hombre que mató a
Liberty Valance, pero no sólo, también es la historia del fin de
una época, de la transición de las caravanas al ferrocarril
(cuántos grandes westerns ha dado al cine la llegada del
ferrocarril), de la construcción de un estado, de las bases de la
democracia y de la libertad de prensa, de la llegada de la ley al
salvaje oeste... Y es una historia de amor, y de honor. Todo eso
abarca, en poco más de dos horas, El hombre que mató a Liberty
Valance, para el que esto
escribe, la obra cumbre de John Ford y, por tanto, una de las mejores
películas jamás rodadas. Es, además, su última gran obra maestra.
Después dirigió cuatro películas más, además de un fragmento de
La conquista del Oeste. Entre ellas, las muy notables La
taberna del irlandés o
El gran combate,
pero,
en mi opinión, no volvió a alcanzar ese nivel. Supone, por tanto,
una especie de legado final del que para muchos es el mejor director
de la historia del cine. Como dijo Orson Welles cuando le preguntaron
por quién era el mejor director de cine del mundo, "Hay tres,
John Ford, John Ford y John Ford"
Uno
puede ver casi cualquier película de Ford, y asombrarse cada vez
del genio narrativo y visual del director americano. Nadie como Ford
sabe cuando la secuencia pide un plano corto o uno medio, una cámara
fija o un travelling... Parece sencillo, pero en realidad es
complicadísimo. Evidentemente El
hombre que mató a Liberty Valance no
es una excepción. De hecho hay muy pocos primeros planos en la
película, lo que dota de una fuerza aún mayor cada vez que utiliza
uno. El malvado Liberty Valance encapuchado, las miradas entre
Doniphon (John Wayne) y Hallie (Vera Miles), el periodista orgulloso
tras haber recibido una paliza de Liberty Valance y sus secuaces por
publicar lo que él no quería que publicara... Ford maneja también
a la perfección la simbología para hacer avanzar la acción. En ese
sentido, resulta magnífico el plano en el que que Stoddard (James
Stewart) empuña el arma del que no había querido hasta entonces
saber nada, mientras observa su cartel de abogado destrozado por
Liberty Valance.
El hombre que mató a Liberty
Valance (hay
un pequeño spoiler en la traducción, respecto al título original
The Man Who Shot
Liberty Valance, en
el que no sabemos si a Valance lo matan o no, sólo que lo disparan)
es una película mayúscula, pero a la vez sencilla. No hay aquí
majestuosos planos generales de Monument Valley, ni espectaculares
persecuciones en diligencia, ni largos tiroteos... Prácticamente
toda la película se desarrolla en pequeños espacios interiores, y
los escasos exteriores están rodados en estudio. Se podría decir
que se trata de una película íntima, donde todo el peso de la trama
la cargan sobre sus hombros los personajes, perfectamente construidos
cada uno de ellos, con una fuerza interior que ya quisieran muchos
directores supuestamente más intimistas que Ford. James Stewart
interpreta (magistralmente, claro, eso ni hay ni que decirlo cuando
de Stewart se trata) a Ransom Stoddard, el abogado del este que llega
al pueblo con sólo una maleta llena de libros de derecho, y que
quiere que el peso de la ley caiga sobre Liberty Valance, sin saber
cómo funcionan en realidad las cosas por el oeste. Su polo opuesto
es Tom Doniphon, al que da vida John Wayne, el vaquero rudo, honesto,
de vuelta de todo, aparentemente preocupado únicamente por sus
asuntos, pero sólo aparentemente. El hombre que enseña a Stoddard
que la ley es papel mojado, si no tiene quién la proteja con una
pistola ("Si colocas eso, tendrás que defenderlo con un arma"
le dice cuando ve su cartel de abogado). El hombre que, como Bogart
en Casablanca, antepondrá el honor y el deber antes que el amor y su
propia felicidad. El hombre que, una vez que su trabajo está hecho,
se alejará en un travelling para la historia del cine, mientras
todos aclaman al héroe Stoddard. Cuántas cosas se dicen en ese
travelling, el amor que se le escapa, el dolor, el crepúsculo del
hombre que ya no pertenece a ese tiempo. El hombre que, años
después, será enterrado sin sus botas ni sus espuelas en una caja
de madera barata.
Y
Liberty Valance. Un villano de los de antes. Sin matices, sin
excusas, sin más fondo que la pura maldad. Brutal, despiadado,
temido por todos, perro de presa de los malvados terratenientes que
no quieren tener un estado... Ford, al que la progresía acusaba de
fascista durante aquellos años, demuestra una vez más, cuán
equivocados estaban, al retratar la lucha de los pequeños granjeros
y ganaderos contra los poderesos terratenientes, representados por la
figura del malvado Liberty Valance. El gran Lee Marvin deja para la
posteridad uno de los villanos más famosos que ha dado el cine. Esas
son las tres patas del banco, en lo que a la historia principal se
refiere, Stoddard, Doniphon, Valance. Para comprender bien el papel
de cada uno en la trama sólo hay que ver la famosa secuencia en la
taberna. La razón contra la fuerza, pero también la fuerza para
defender a la razón. Stoddard es mostrado ridiculizado con un mandil
blanco (eran otros tiempos), y arrastrado por el suelo por Valance,
para remarcar la humillación. Ese será, por cierto, el mismo
mandil que lucirá cuando le plante cara a Liberty Valance, con una
pistola que no sabe manejar. Y el orgullo varonil de Doniphon ("ese
era mi filete Valance, recógelo"), que Stoddard es incapaz de
comprender ("¡¡¡Es que vais a mataros por un filete"),
pues no es ese el mundo al que él pertenece.
Si
Valance, Stoddard y Doniphon son las tres patas del banco en esta
historia, sustituye a Valance por Hallie (Vera Miles), y tendrás las
tres patas del triángulo amoroso. Hay, en El
hombre que mató a Liberty Valance,
un trasfondo melancólico muy profundo, desde la secuencia en la que
Hallie, con la mirada perdida, le dice al antiguo Marshall "el
cactus está floreciendo". El cactus que Doniphon le había
regalado muchos años antes, y que finalmente servirá para decorar
su tumba. Esa melancolía que da el regresar a un lugar que fue toda
tu vida, y que ya apenas puedes reconocer como propio. La melancolía
por el funeral del viejo amigo y camarada del que ya no sabías nada,
y que ha muerto solo. De hecho, Ford juega con la ambigüedad en lo
que al triángulo amoroso se refiere. Hallie ha escogido a Stoddard,
pero ¿era él al que quería realmente?, ¿se ha arrepentido durante
estos años de no haberse quedado en la casa que Doniphon había
construído para ella? Evidentemente, Ford sabe que lo mejor es dejar
esas preguntas sin respuesta.
Es inevitabe
empatizar más con Doniphon que con Stoddard. Al fin y al cabo, él
es el perdedor de esta historia. Como Rick en Casablanca, entre el
amor y el deber, él escoge el deber. Menciono a Rick porque, en el
fondo, hablamos del mismo tipo de personaje. Cínico, independiente,
con un fuerte sentido del honor y el deber que intentan no mostrar,
trabajando en la sombra, y tratando de que nadie pueda atravesar sus
corazas y ver su sufrimiento. A Rick, al menos, le quedaba París,
pero a Doniphon no le queda nada, más allá de una flor de cactus
decorando su ataúd. Ni su chica, ni su casa, a la que prefiere ver
arder antes que tener que habitarla solo, ni la gloria de haber
acabado con Liberty Valance. Entiende Doniphon que Stoddard manejará
mucho mejor que él esa gloria. Pero Stoddard no se siente cómodo
con ella, ni cuando creía que él había matado a Liberty Valance
(para un hombre como él, no puede haber gloria en haber matado a un
hombre), ni cuando sabe que esa gloria no le pertenece. Está
deseando confesar, quitarse esa carga, pero ésta, inevitablemente,
le acompañará para siempre, como bien queda patente en la frase que
cierra la película, cuando el revisor del tren le trata como a un
héroe y le dice "nada es demasiado, para el hombre que mató a
Liberty Valance". No le queda al vetereno senador Stoddard más
remedio que aceptar que "en el oeste, cuando la leyenda se
convierte en hechos, publicamos la leyenda".
Alfonso Mazarro
1 comentario:
Es una de mis películas preferidas. Creo que la he visto mas de 20 veces y cada vez me gusta más y le veo matices distintos.
Que bien que hayas vuelto al blog.
Como siempre tus comentarios son de lujo y explican a fondo no sólo la película sino la época, su relación con otras, detalles del director, los actores...
en fin una mezcla de técnica,corazón y amor al cine
Soy Isabel he olvidado mi móvil y escribo desde otro.
ánimo y sigue escribiendo
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